[Foto: João Milet Meirelles]

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jueves, 17 de junio de 2010

LILIANA LUKIN, Teatro de Operaciones

(Buenos Aires, 1951)

Teatro de Operaciones. Anatomía y Literatura. Buenos Aires: Ediciones en Danza, 2007.


Para John Berger, la elección de una palabra es como encontrar el lugar preciso del cuerpo que se quiere tocar con la lengua materna; aunque, “la lengua natal castra”, escribió Pizarnik. Esta dialéctica entre lengua vivificante y lengua castradora es inherente a la tarea poética, dulce amargura del lenguaje, sala de disecciones y asociaciones.

Este Teatro de operaciones abarca dos regiones textuales sumamente diferentes: “Campo quirúrgico” e “Ingeniería natural”. La primera, concierta un bosque de símbolos (genealogía, ecología, biología, mueblería, cultura, ideología, filosofía, existencia...), y al mismo tiempo, aunque parezca contradictorio, esta multiplicidad intenta fundar un punto y un orden. El árbol aparece tronchado y, caído, de sí mismo hace leña; es un cuerpo mutilado con sus anillos a la intemperie del tiempo; de su verde dolor aprende y da frutos maduros; al tumbado, la poesía verticaliza. Semeja una metáfora existencialista: somos retoños trasplantados del invernadero materno, bebés a los que le han cortado la raíz primigenia: el cordón umbilical (el ser es invención y destrucción continua de la raíz perdida).

En esta selva de ecos errantes, hay voces que intervienen cada poema. Filósofos, poetas y hasta la misma escritora de cartas y preguntas se hacen oír. No son voces que al pasar volando hayan quedado prendidas en la enramada; vienen desde las entrañas del campo literario, por las raíces de todo verdecer.

Una lectura política puede cosechar otro bulbo: el árbol-sistema fue talado, se ha desmoronado. Esta desconexión entre raíz y tronco plantea el desafío de generar formas alternativas de existencia en los márgenes, a la vera de lo que hacía sombra.

“Ingeniería natural” produce un desacomodo. Diario, íntimo, visceral, registro pormenorizado de un padecer, por las elecciones de la lengua contrasta con la primera parte. La enunciadora cambia de posición, adopta otra postura, más incómoda, tortuosa, en un lenguaje que produce un efecto de espontaneidad cercano a la instantánea fotográfica o a la ecografía. Casi nada es llevado “más allá” por la metáfora; la mirada amplía la dolencia invisible hasta obtener gigantografías del dolor (como si se tratara de una intervención quirúrgica, se corta por lo sano y la elipsis da lugar a la hipérbole). El organismo se torna un campo minado. El cotexto gráfico es más que elocuente: aquí, se trata de la escritura de alguien que escribe como quien abre su vientre para dejarse examinar; una lección de anatomía donde “el escritor como tal no está enfermo, sino que más bien es médico, médico de sí mismo y del mundo”, como sugiere Deleuze.

Teatro de operaciones de Liliana Lukin pone en escena un cuerpo –árbol o persona– tocado con la lengua vivificante y castradora de la poesía.



    1

La sierra eléctrica trabaja
sobre los troncos peligrosos.
Mi estancia entre los pinos
se ha vuelto literaria:
en la trepidación del sonido
contra el cual despegar
mi escena de escritura,
escribo con temor y temblor.
Haber leído el testamento
de Rilke, esas cartas urgentes,
cuando no había en mí urgencia
ni pinos, no mejora este momento.
Pero la memoria de una sierra
mortificando al poeta cada día,
hace de estos árboles cayendo
sobre mi cabeza otro peligro:
soñar sólo con maderos,
no soñar más que ruidos
en un sueño sin gente.
El aire blanco de la quemazón
es un himno entonado suavemente
que se levanta de los muñones
incrustados bajo tierra,
aún cuando todo ya ha cesado
como en el paisaje después
de una batalla.
Mi estancia aquí en la niebla,
entre el deseo y la voluntad,
es una prueba de resistencia,
un trato con la vigilia
en el que llevo las de perder.


    5

Del susurro de los textos procedo
al alarido, el protocolo debajo
del concepto: no habrán tenido
de mí ninguna cosa salvo
el resplandor.

Como un perro en una
camilla de laboratorio perderé
todo menos la cicatriz:
lo que no hay no merece
instrumento.

Animal del templo de la voz, caligrafía
oral, reino de lo inútil: en el centro
difuso y pleno de las simultaneidades,
una enorme boca tragará
nuestra incomodidad.

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NOTA

Las frases en itálica en el poema 1 corresponden, por orden, al título del libro de Sören Kierkegaard, al título del libro de Rainer M. Rilke y al film de Andrezj Wajda.
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BONUS TRACK

Liliana Lukin lee cinco poemas del libro TEATRO DE OPERACIONES. Anatomía y Literatura: Poemas 9 y 12 de "Campo Quirúrgico" y poemas 1, 4 y 19 de "Ingeniería Natural".




sábado, 12 de junio de 2010

DIEGO E. SUÁREZ, Helena


Helena, según MARINA SOLÍS (Posadas, 1984)



HELENA*

«cada vez que barajo recuerdos me encuentro con esa mujer /
en las orejas le crecían flores para no oír los ruidos del dolor»

JUAN GELMAN, Verdades



cada vez que barajo recuerdos me encuentro con esa mujer/
en las orejas le crecían flores para no oír los ruidos del dolor/
y lloraba tristezas acumuladas que se evaporaban al rozar sus mejillas/
y ascendían a nublarle la mirada/ y el pensamiento/

pero cuando se olvidaba del dolor/ recuerdo/ que para despejarse/
se arrancaba graciosamente las flores de sus orejas/
armaba con ellas una coronita y subía corriendo las escaleras/
hasta llegar a la terraza de su amor/ a ponerle la coronita a la primera estrella/ o sea
que cada vez que ella subía corriendo las escaleras y aparecía en la terraza de su amor/
el cielo resplandecía por el mare magnum de galaxias que se entrechocaban/
estirando el cogote para quedarse con la coronita de helena/ porque claro/
acabo de dar vuelta la baraja de su nombre/ y ahora recuerdo/

helena/ desconocía las consecuencias bélicas de su belleza/ helena en ocasiones
sonreía con una sonrisa demasiado antigua para su rostro eterno/
como si rememorase con orgullo algo que le pasó alguna vez/
a lo largo de su nombre/

todos nos moríamos por helena/ cerca de helena/
debajo arriba y a los costados de helena/
y ella nos miraba como si no comprendiera el por qué de tanto alboroto/
y una mujer vestida de pájaro se le posaba en su ala de pájara/ y gorjeaba/
gorjeaba la pájara y gorjeaba la mujer/
y era una gloria la manera en que la pájara se parecía a la mujer/
y la mujer vestida de pájaro se parecía a helena/
que para no distraernos mientras nos esforzábamos por morir sin pensar en ella/
encerraba a la pájara y a la mujer en una jaula que tenía/ si mal no recuerdo/
a la entrada/ de su pupila izquierda/

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* Este poema recibió la "Segunda Mención" en el Certamen Nacional de Poesía "Hugo Mandón", Edición 2009, realizado por la Asociación Argentina de Escritores Filial Santa Fe.

jueves, 10 de junio de 2010

Divertidas aventuras del cráneo de Juan Moreira


Juan Moreira, personaje real que inspirara la novela de Eduardo Gutiérrez.


Conforme narran los informes policiales, el folletín de Eduardo Gutiérrez y el drama criollo de los Podestá, el sargento Chirino ultimó por la espalda al legendario Juan Moreira el 30 de abril de 1874 en los fondos del prostíbulo “La Estrella” sito en el partido de Lobos. El médico del lugar, el Dr. Eulogio del Mármol, fue el encargado de practicarle la autopsia. Los restos fueron inhumados en la necrópolis de Lobos, pero en 1887 debieron ser desenterrados por la falta de pago de los impuestos municipales correspondientes. El encargado de la exhumación fue el mismo Dr. del Mármol, quien conservó el cráneo con el fin de estudiar los rasgos lombrosianos (por la época estaba en auge la teoría de Cesare Lombroso, según la cual existía un patrón fisonómico del “delincuente nato”). Habiendo saciado su espíritu positivista, del Mármol regaló el cráneo del terror de las partidas a su amigo y colega el Dr. Tomás Liberato Perón. Al fallecer éste dejó la calavera en manos de su viuda, doña Dominga Dutey Cirus, quien a posteriori se lo cedería en herencia a su hijo Mario Tomás, que residía desde 1888 en el partido de Lobos. Don Mario Tomás atesorólo en su casa, pero al ver que su pequeño Juan Domingo lo usaba para asustar a las mujeres de la casa, cayéndosele un día y quebrándole de esta guisa algunos dientes, en 1928 lo dona al Museo de Luján, de donde sería trasladado en 1953 al Museo Presidente Juan D. Perón, de Lobos, su ciudad natal. Tras varios intentos, Juan Moreira resucitaría encarnado por Rodolfo Bebán en la película Juan Moreira dirigida por Leonardo Favio, quien en 1973 acompañaría al general Juan Domingo Perón en el charter que lo trajera de regreso a la Argentina. ♣


Cráneo de Juan Moreira en poder de doña Dominga Dutey Cirus (c. 1900).


Cráneo expuesto en la Sala "Centenario" del Museo "Presidente Juan D. Perón".

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FUENTES BIBLIOGRÁFICAS


CRESPO, Jorge y RASQUETTI, Marcelo: Perón. La bisagra de la historia. Su nacimiento en Lobos. Lobos, Edición de los autores: 2001.

OLAZA PALLERO, Sandro: "Juan Moreira: ¿Héroe o criminal?". En www.solazapallero.blogspot.com.

PAVÓN PEREYRA, Enrique: Perón. 1895 - 1942. Buenos Aires, Espiño: 1953.

S/D: "Juan Moreira" y "La política" en www.lavidadefavio.com.ar.


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