[Foto: João Milet Meirelles]

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miércoles, 30 de noviembre de 2011

OSCAR HERMES VILLORDO, La brasa en la mano


"Mirá", decía ella, "algunos van tan ligero que una piensa que no; otros van tan despacio, que una piensa que sí, y se asusta de entrada. Pero en el no está el sí, y en el sí está el no. Sólo en la cama podés darte cuenta." "¡Qué exagerada!" "Mirá", repetía ella, "tengo una amiga casada con un hombre que, de verlo, nadie daría nada por él. Yo no sé que le ve, dicen todos. Y en verdad deberían decir: Yo no sé qué le siente. Porque ahí debe estar la respuesta." Y se extendían en largas disquisiciones sobre el tamaño, la forma, el color y la consistencia, con detalles tan fantásticos (y precisos) que, ya entrados en el terreno de la antropología, querían justificar el tema atribuyéndolo a esta ciencia y aún a la paleontología, ya que Beto se lamentaba diciendo frecuentemente: "¡Medidas extinguidas!" Uno de los "fuertes" de Beto era su conocimiento de zoología, de los ejemplos que le proporcionaban "pábulo a la imaginación", como decía, y que le eran proporcionados a su vez por los manuales de difusión general, que él abría en los capítulos de reproducción, traicionando su afán erudito, como el chico que abre el diccionario en la palabra "puta".


OSCAR HERMES VILLORDO 

(Machagai, Chaco, 9 de mayo de 1928 - Buenos Aires, 1 de enero de 1994, víctima del SIDA)

"Plebeyo entre los patricios, biógrafo de varios autores de linaje (Mallea, Bioy, Manucho, Victoria Ocampo), pateó el tablero con una novela realista y anti estetizante sobre la homosexualidad como fue La brasa en la mano, un insólito e importante best seller de la apertura democrática, publicado en 1983".

Claudio Zeiger: "El espejo desordenado". 

En diario Página/12. Viernes 26 de febrero de 2010.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

COMPOSÉ: Cuartos, piezas, habitaciones, dormitorios...




Vincent van Gogh 
(Zundert, 1853 – Auvers-sur-Oise, 1890)
El dormitorio del artista en Arlés (1888)
72,7 x 91,8 cm. Óleo sobre lienzo
Rijksmuseum Vincent van Gogh, Amsterdam



Aclamación a una pieza vacía


No fui en ninguna parte más entero
ni más hondo de mí.
Los instantes que en ella he desgastado
en tumulto indeciso tal vez me andan buscando.

Alguien paga con horas mi quietismo final...
Su recuadro sereno
me dejó percibir cómo entraba en la sombra,
y me lavó la frente de silencio.

En ella
alumbré con palabras un recuerdo,
descargué mis jornadas,
desenredé mi viento.

Regresando del día
yo con súbita luz la desnudaba.
Acompañó el latido más intenso,
y bien supe que estuvo recogiendo
mis sombras, y mi ruta, y mi palabra.

Para siempre
me fue robando imágenes el fondo del espejo.

Caminos que soltara por los ayeres densos.
Iban claros y cansos
bajo mi foco eléctrico.

A veces, al entrar,
rayado de cien vidas y cien calles
extrañaba no hallarme en su silencio,
y al no encontrar mi voz me pensé muerto.

Le apasionaba noches
desvelado en la brasa del cigarro
y la pulsé con pasos que nadie me devuelve,
y le curvé un ramaje de cansancios.

Quiero pedirle ahora
que me devuelva todas las fragmentarias vidas
ejecutadas de minutos y de ocasos,
y el montón derrumbado de mi risa.

Ella supo llevarme hasta las albas
por la calle tendida de algún verso.

Iré a pedirle los marchitos años
y los cielos que hablaron su luz por mi balcón,
trastos viejos, gastados,
que nos roban y escurren las alcobas.

Carlos Mastronardi
(Gualeguay, 1901- Buenos Aires, 1976)
de Poesías Completas
Buenos Aires: Academia Argentina de Letras, 1982.



sábado, 30 de julio de 2011

CÉSAR BRUTO, el primer poetA del mundO


No se presisa tener mucha cabesa para darse cuenta de que, cuando el honbre agarró y desendió del monO, hase muchos miliones de triliones de ánioS, lo primero que hiso al desender del monO fué sacarse la cola, afeitarse la cara y ponerse algo para taparse; despué, salió a buscarse la comida, y una linda cueba para dormir; la fruta la encontraba en los arbole, lo cual se sigue hasiendo igual quentonses, salbo los casos de la fruta que viene en lata, pero esa es otra clase de fruta que haora no viene el caso. Para la cuestión de bevida, el hombre tenía para tomar a raja sincha con todos los río y arrólios, y como todavía no conosía ni el vino, ni el coniá, ni la grapA, ni el alcól no se hasía mala sangre, o sea de que las cosas uno las quiere porque las conose y si no las conosería tampoco las querería, y así anda el mundO... Entonces, cuando el hombre andaba lo más feliz y contento, bien sastifecho de la vida y sin amargarse de nada, ¡páfate! que un día viene y se le apárese una mugeR en el camino, lo cual fué bastante para quel tipo, por más tarado que fuera, pensara: —Me gustaría de liebar a ese bicho raro para mi cueba, aunque más no sea para tenerlo de adorno, amaestrarlo y enseniarlo a que haga unas cuantas pruebas...", lo cual, palabra más o palabra meno es todavía lo que piensan algunos cuando ven pasar por la cálie a una desas presiosuras tan bien hechas que no se les puedencontrar un defedto ni para remedio... Y parese quel honbre no encontraba la manera de haserle conprender a la cusifai lo que él pensaba haser, y estando pensando en el asunto, una noche de gran lunA y que no podía consiliar el suenio adentro de su cueba, agarró y se lebantó y arrimándose a la cueba déla bélia muger le cantó una serenatA tan linda, hermosa y liena de amoR, que la tipa se lebantó de la cama, juntó todas las hojas de parrA que tenía en el ropero, y se fué con el hombre que la conquistó con sus versoS. Y párese que mientras se alejaban caminando por la luz de la lunA, la mugeR lo miraba encantada, y le desía: "—¡Te portaste como un poetA, negro!...", y con aquélias palabras, dichas sin pensar, pero con todas las de la leY, quedaba inaugurado el primer poetA del mundO y empesaba la larga serie de honbres que se ronpen la cabesa hasiendo versitos para casarse con su linda nobia, y despué tienen que pasarse toda la vida tratando de vender miliones de versos paralimentarla.

Fragmento de "Los poetA", en Los grandes inbento deste mundo.
Buenos Aires: Ediciones del Pórtico, 1952; pp. 133-135.
Imagen: Detalle de la tapa. Ilustración: Oski (Oscar Conti).

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CARLOS WARNES nació en 1905 y murió en su Buenos Aires natal en julio de 1984. Humorista, escritor, periodista, libretista de televisión (fue responsable de los libretos de Tato Bores durante casi una década), titular de un par de seudónimos altamente cotizados -"César Bruto" y "Napoleón Verdadero"-, Warnes se inició en Sintonía, bajo la tutela de Conrado Nalé Roxlo, para remontar luego una larga hilera de medios fundamentales en la historia del periodismo argentino: El Mundo, Crítica, Patoruzú, Mundo Argentino, Caras y Caretas, Cascabel, Aquí Está, Leoplán, Chabela, Maribel, Rico Tipo, Vea y Lea, Clarín, Avivato, Tía Vicenta, Satiricón, etc.

Una parte (mínima) de su fecunda labor como humorista ha sido recogida en libros: El pensamiento vivo de César Bruto (1946), Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy (1947), Los grandes inbento deste mundo (1952), El secretario epistolárico (1955), Brutas biografías de bolsillo (1972) y Brutos consejos para gobernantes (1973).

miércoles, 22 de junio de 2011

KEN WONG

Dark Fairytale T-shirts: Battle (2004)

Este artista, ilustrador y diseñador es oriundo de Adelaide, Australia. Actualmente trabaja en Shanghai como director de arte para Spicy Horse, una compañía de juegos para PC.

Diseño para la empresa Spicy Horse: Alice (2004)

Es autodidacta, todo su arte es digital y basa su trabajo en el uso de Adobe Photoshop.

False Idle (2006)

Su eclecticismo abreva en diferentes estilos y géneros, como el art nouveau, los diseños japoneses, los comics, la ilustración clásica y moderna, los videojuegos retro y el diseño en general. Pero básicamente se inspira en la vida cotidiana, los viajes, la decadencia urbana.

Imogen (2008)

En una entrevista publicada en www.criteriondg.info ha dicho: "He estado dibujando toda mi vida. No me lo tomé demasiado en serio hasta después de acabar mis estudios de secundaria, cuando me uní a algunas comunidades de arte digital y comencé a experimentar con ello. Un diseñador de juegos vio algunas cosas que había hecho en una web y me pidió que probase con el diseño conceptual. Esto fue una de las razones que me llevaron a convertir el arte digital en mi profesión y mi hobby."

Referentes: Gustav Klimt, Mike Mignola, Shaun Tan, Moebius, Zdzislaw Beksinski, James Jean, Masamune Shirow y Ashley Wood.

Stay, And I Will Love Thee (2006)

Música preferida: Smashing Pumpkins (cuya poética tiene gran influencia en su obra) y Sparklehorse.

Películas: The Life Aquatic, The Thin Red Line, Blade Runner, Children of Men, Leon, Porco Rosso, Lost in Translation y la trilogía original de Star Wars.

Originality (2002)

Todas las obras que aquí presentamos están publicadas en su sitio oficial www.kenart.net.

Contacto: helloken@kenart.net


martes, 22 de febrero de 2011

Canon circular



De vez en cuando, hojeo con placer alguno de los tomos de Historia de la Música Clásica de José Molina. Hoy, leyendo sobre música renacentista, encontré esta imagen de un Canon Circular en honor a Enrique VIII, y me llamó la atención cómo aparecían relacionados dos símbolos contrastantes: el círculo y la rosa.

La rosa, desde Petrarca –y aún antes, desde Ausonio y su dístico "Collige virgo rosas..."–, es un símbolo de la fugacidad de la vida y más puntualmente de la belleza, sintetizada en el tópico del carpe diem: aprovecha –disfruta– el día.

Fue Garcilaso de la Vega uno de los primeros poetas que mejor tradujo a nuestra lengua ese sentimiento –porque el carpe diem, más que un tópico literario es un modo de vida– en su soneto XXIII:
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
El juego connotativo que emplea Garcilaso le permite eludir la afirmación explícita, enmascarando sutilmente una realidad poco feliz: la belleza de la doncella –y, por extensión, ella misma– se convertirá en algo no bello, o, más triste aún, ex bello. Es ésta la formulación de una ley natural que concierne a todos los seres: todo, lo humano y lo no humano, las damas y los poetas, al igual que los edificios y las piedras, han de sufrir la misma transformación por obra del tiempo. Vamos por la vida siendo declinados por la gramática de la decadencia.

También viene a cuento el soneto de Luis de Góngora titulado A una rosa:
Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.
Ya desacralizada por la mirada barroca, la rosa no sólo es metonimia de belleza, sino también de virginidad, y el fin de lo bello llega ya no sólo con la vejez, sino con la robusta mano del labriego que socavará el monte de Venus.

Delicioso es también un soneto de la décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz, quien en son de risa, pero no por eso de liviandad, saluda desde México a Góngora, diciendo en su soneto Jocoso, a una rosa:
Señora Doña Rosa, hermoso amago
de cuantas flores miran Sol y Luna:
¿cómo, si es dama ya, se está en la cuna,
y si es divina, teme humano estrago?
¿Cómo, expuesta del cierzo al rigor vago,
teme humilde el desdén de la fortuna,
mendigando alimentos, importuna,
del turbio humor de un cenagoso lago?
Bien sé que ha de decirme que el respeto
le pierdo con mi mal limada prosa.
Pues a fe que me he visto en harto aprieto;
y advierta vuesarced señora Rosa,
que le escribo, no más este soneto
porque todo poeta aquí se roza.
“Todo poeta aquí se roza”: guiño conceptista, sonrisa irónica de la monja docta que observa críticamente una época en que el manoseado símbolo de la rosa se deshoja hasta el sinsentido.

En la partitura del Canon, la rosa se ve rodeada por un pentagrama circular. La melodía escrita en él empieza y termina, empieza y termina, ad infinitud, en un eterno retorno. Esa rosa, lucida para vivir tan poco, está envuelta por lo infinito; y al mismo tiempo, una melodía infinita halla su eje en esa belleza efímera. El infinito entraña lo finito, y lo finito hermosea lo infinito.

Por último, un detalle no menor: el pimpollo. En esa tensión entre la rosa y el círculo aparece involucrado un fragmento de universo que por obra y gracia de la imagen permanecerá, para siempre, en potencia. De esta forma, el infinito y lo finito entrañan, además, el por-venir, que es el hoy.

Extrañísima conjugación de opuestos, impropia, tal vez, de una mentalidad occidental y, más aún, renacentista. Pero el Canon está ahí, por más que el jardinero después venga y me diga que no sea bruto, que eso no es una rosa, sino un gladiolo o algo por el estilo.


Posadas, 28 de junio de 2004

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